Por José Antonio Gurucelain. CEO Cistec Technology ¿Por qué hay que invertir en I+D? Muy sencillo. Porque los nuevos puestos de trabajo que se creen ahora mismo y estén vinculados a la Innovación, el Desarrollo y la investigación tendrán un efecto multiplicador en el mercado laboral en los próximos años. Eso no lo digo yo. Lo dicen los estudios que han analizado con detenimiento este fenómeno. Vamos a comprobarlo. En el sector biotecnológico, por ejemplo, crear hoy 20 nuevos empleos en I+D supone la generación en tres años vista de 500 trabajos adicionales. En el industrial, por su parte, la contratación de 70 especialistas en Investigación y Desarrollo significa la aparición de 945 nuevos empleos de los que, ¡ojo!, el 50% estarían localizados en nuestra comunidad mientras que el restante 50% serían nuevos empleos indirectos que se irían estableciendo ya en comunidades limítrofes e incluso a nivel nacional. Todos esos resultados si nos ceñimos únicamente a lo que, según el último barómetro del CIS, es la principal preocupación de los españoles; esto es, el empleo. Dejamos para otra ocasión otra serie de beneficios “extra” que tendrían que ver con la generación de puestos de trabajo técnicos de segundo nivel que, en realidad, por su especialización resultan especialmente valiosos… Igualmente, habría que añadir los materiales manufacturados, patentes, así como el efecto económico representado en compras, desarrollo de nuevos servicios públicos y privados, etc…   Volvemos al punto de partida, por lo tanto. Invertir en I+D+i nos sale a cuenta porque el efecto positivo es claro y rotunda. Su aplicación, además, parece sencilla. Entonces… ¡Creemos I+D, ya! Let’s go!!! Lamentablemente, justo en este punto empiezan los problemas. Porque la Investigación, Desarrollo e innovación crea puestos de forma exponencial pero siempre y cuando se destine efectivamente a la generación de nuevos productos y negocio. ¿Estamos preparados para hacer ese tipo de Innovación? ¿Para reconocer qué apuestas son interesantes, porque pueden satisfacer una demanda, es decir, tener salida en el mercado? ¿Están preparados nuestros sectores privados y públicos para reconocer ese tipo de I+D+i, acogerlo en su seno, darle cariño y apoyarlo de forma decidida? ¿Sí? Umm.. No sé yo… Permítame que les cuente una experiencia personal. En mi primera etapa en Madrid como director de informática en el grupo E.Leclerc en España viví en la localidad de Tres Cantos donde estaban ubicadas en ese momento empresas como Siemens y Microsoft. En un restaurante muy conocido, “Taberna Kantuta”, coincidí un par de veces con Bill Gates que por aquel entonces venía mucho por España. Me encantaría decirles que crucé unas palabras con él, pero no fue así. La ocasión en la que estuve más cerca es cuando comimos mesa con mesa y nos saludamos un par de veces, pero no pasó nunca de una charla de vecindad. No obstante, debido a la importancia del personaje, la verdad es que en aquel restaurante se oían todo tipo de chascarrillos e historias de las más diversas y extrañas. Sin ir más lejos, una de las más populares afirmaba que en aquel restaurante Bill Gates ‘himself’ se hizo una apuesta con un director de división en España. Éste le dijo que en España hubiera sido imposible crear Microsoft. Es más se apostó con el propio Bill Gates a que no sería capaz de encontrar ni siquiera trabajo en Madrid. Se dice que el creador de Microsoft (picado en su orgullo interno, supongo) contrató a un actor, quien se aprendió su obra y milagros y se presentó ‘urbi et orbe’ con un nombre falso su CV. Aquí, una pequeña licencia sobre todo para los más jóvenes: Internet se lanzó al mundo en 1992 y por aquel entonces (1998) no existían las redes sociales. LinkedIn directamente era ciencia ficción… Pues bien, apenas transcurrido un mes de entrevistas, Gates pagó la cena que se apostó con el directivo español y que, según me informé, debía rondar las 14.000 pesetas de entonces para dos comensales, aproximadamente. A eso, hubo de sumar las más de 450.000 pesetas que le costó los 3 meses del contrato del actor. ¿Por qué? Porque tal y como anticipó nuestro directivo, el “Bill Gates” falso no encontró trabajo en Madrid. Ahora, reflexionemos por un instante. Han pasado ya 16 años de aquello, ¿hemos cambiado?, ¿qué diferencia hay entre la genialidad y la locura? Los grandes inventores de todas las épocas coinciden en lo mismo, un invento requiere de un 1% de genialidad y un 99% de esfuerzo. ¿Son capaces por tanto nuestros organismos públicos de detectar HOY ese 1% de genialidad? La respuesta es clara: NO. ¿Por qué nos pasa esto? Muy sencillo. Porque nuestro sistema falla desde la base. Estamos acostumbrados a valorar a nuestros candidatos a cualquier puesto a partir de una matriz de preguntas y respuestas en base a la experiencia pasada. No analizamos el potencial de la persona sino lo que ha hecho esa misma persona hasta que se ha puesto delante de nosotros a pedirnos trabajo. Error. Grave error. ¿Por qué? Porque determinadas inversiones en actividades económicas concretas producen un efecto positivo que podría revertir en una proyección de la empresa. No en el pasado. Es el futuro a lo que hay que mirar. Por eso mismo, piénsenlo, ¿le darían una subvención a Bill Gates para crear Microsoft? ¿O a Larry Page para crear el algoritmo del motor de búsqueda de Google? La respuesta es contundente. NO. NUNCA. ¿Por qué? Porque no tienen estadísticas con las que comparar. Dirán que ya existen otros sistemas operativos o buscadores en el mercado y que sería una empresa más… ¿Entonces, se pueden crear proyectos disruptivos, si nuestro proyecto es etéreo? ¡Claro que sí! ¿Qué hacer entonces? Como dice un compañero muy querido: “Tenemos dos opciones. Podemos meter el proyecto etéreo en una caja muy muy grande, con mucha madera, chapa, tornillos para ver si nos puede caer una subvención “al peso” o; por el contrario, podemos pedir a nuestras instituciones que rompan sus barreras (sobre todo de tipo psicológico) y se adapten efectivamente a las nuevas realidades de la I+D”. Hasta que ese momento llegue, tenemos que conformarnos aportando financiación propia en la mayoría de las ocasiones. Es decir, sufragando la I+D+i de nuestro bolsillo. Sin embargo, aquí también hay esperanza. Por una sencilla razón. Mientras que las instituciones prácticamente sólo reconocen la I+D en torno a activos materiales; la contabilidad, aunque resulte chocante, no se queda solo ahí. También reconoce la existencia de los activos intangibles y encima si son o no son amortizables. Ellos, nuestros contables, sí han superado esas barreras “físicas”… Entonces, si ya ha quedado descrito el error y cómo superarlo… ¿Cambiamos, no? Los interesados pueden descargarse esta Tribuna de Opinión publicada en Diario de Navarra el 2 de julio del 2014 en este enlace ACTUALIZACIÓN. Tribuna publicada en Diario de Noticias el 27 de julio de 2014 y que puede descargar en este enlace ACTUALIZACIÓN (II). Tribuna publicada en El Mundo Empresarial – New Business el 4 de agosto de 2014 y que puede descargar en este enlace ACTUALIZACIÓN (III). Tribuna publicada en Deia – Bizkaia el 7 de agosto de 2014 y que puede descargar en este enlace]]>